Pompeya fue
una populosa ciudad de la antigua Roma que quedó sepultada por la gran erupción
del Vesubio en el año 79 d.C.
Pompeya es la
única ciudad antigua de la que se conoce de forma precisa su estructura
topográfica. A pesar de ser pequeña, contaba con todas las comodidades de una
gran ciudad.
Se asentaba en una zona donde abundaban las
villas vacacionales y contaba con numerosos servicios: el macellum (gran
mercado de alimentos), el pistrinum (molino), los thermopolia (una especie de
taberna que servía bebidas frías y calientes), las cauponae (pequeños
restaurantes) y un anfiteatro.
Pompeya
contaba con industrias, restaurantes, bodegas, tintorerías, etc. por lo que el
trabajo abundaba.
A
través del Mediterráneo, Pompeya comercializaba sus principales productos: la
lana, el vino y el aceite, y su puerto servía como “escala” para muchos de los
embarques hacia adentro y hacia fuera del Imperio. La ciudad estaba construida
en un valle, lo que generaba mucha agricultura.
La
arquitectura pompeyana se caracteriza por ser una especie de transición entre
las construcciones griegas y las romanas y a juzgar por los mosaicos y los
frescos que decoraban las casas, los ciudadanos disfrutaban de una agradable
vida. Uno de los lugares más atractivos de la casa era el patio, que se construía
en el centro de la vivienda y habitualmente disponía de una fuente. En este
lugar fresco y acogedor familia y amigos se reunían y conversaban antes de
pasar al comedor.
Gracias a su
puerto y a la influencia en el comercio del Imperio, se convirtió en una ciudad
rica repleta de palacios, monumentos y jardines. Disfrutaba de una gran
prosperidad cuando en el año 62 sufrió un gran terremoto que dañó seriamente la
ciudad.
Aún
continuaban las tareas de reconstrucción cuando, en el año 79 d.C., la erupción
del Vesubio situado a 32 kilómetros de la ciudad la enterró bajo sus cenizas
por completo. Esta gran tragedia fue narrada por Plinio, el cual manifestó que
varios temblores de tierra fueron percibidos en el momento de la erupción y que
fueron seguidos por una violentísima sacudida del terreno.
También apuntó que la
ceniza iba cayendo en espesísimas capas y que la ciudad iba siendo evacuada.
Además, comenta que el mar fue ocultado y contenido por un
"terremoto", un fenómeno que los modernos geólogos llaman tsunami.
A
partir de ese momento, Pompeya permaneció en el olvido hasta que Carlos III
impulsó las excavaciones que comenzaron en 1748. Desde entonces, han sido
desenterradas más de 45 hectáreas de terreno.
Los secretos
de la ciudad de Pompeya, sepultada por la lava del Vesubio en el año 79 d.C.,
se han instalado en París para ilustrar el "modus vivendi" de los
romanos en su faceta más desconocida: la vida privada de las clases medias.
La
exposición Pompeya, un arte de vida, que ha abierto sus puertas en el Museo
Maillol, propone un recorrido a través de "todos los aspectos de la vida
cotidiana que se podían encontrar en una casa de clase media-alta" de la
época.
Más de 200
objetos encontrados en esa ciudad romana ayudarán al visitante a reconstruir la
vida cotidiana de los romanos en el siglo I d.C., en una ciudad de provincia
cuyos 25.000 habitantes se dedicaban esencialmente a la agricultura y a la
viticultura
Se
trata precisamente de uno de los ámbitos más desconocidos de esa civilización,
que legó grandes monumentos y testimonios de la vida palaciega, pero de los que
no se conocían demasiados datos sobre la vida cotidiana del grueso de la
población hasta el hallazgo de las llamadas "ciudades vesubianas".
El 24 de
agosto de ese año aciago, el Vesubio entró en erupción y engulló las ciudades
colindantes de Herculano, Oplonti, Estabia y Pompeya, conservando bajo la lava
endurecida una instantánea de la vida en esa época, en la región donde se ubica
la actual Nápoles.
"El
gran descubrimiento fue el de las pinturas
con casas enteramente decoradas", destacó Sampaolo, quien
puntualizó que la ornamentación de las cuatro paredes de cada habitación, a
menudo con motivos de la Antigua Grecia, no se limitaba a las clases pudientes
sino a la mayoría de las moradas. Todos tenían la posibilidad de decorar las
casas "de manera proporcional a su riqueza" y "todos buscaban
vivir en un ambiente acogedor y con colores vivos", relató la directora
del museo napolitano, quien explicó que las naturalezas muertas también eran
habituales.
Gracias a esas pinturas, se han descubierto
costumbres como los tintes de cabello para las mujeres que aparecen en algunos
de los adornos murales. Para los Antiguos el sexo era una verdadera necesidad,
la de la reproducción, en una época en que la mortalidad infantil era altísima.
Por otra parte, atrios adornados con estatuas de los habitantes de la casa,
cofres de cobre, aguamaniles de mármol tallado, frescos y mosaicos, pero
también utensilios de cocina y otros adminículos usados en el día a día
permitieron a los historiadores reconstruir "una muestra
representativa" de una vivienda romana.
La exposición, montada a imagen y semejanza de
una "domus" a la que se accede por el atrio, invita a deambular por
la casa como si el público fuese el invitado, "a pesar de los casi 2.000
años que nos separan" de sus últimos ocupantes. Un altar para sacrificios
y ofrendas en la cocina, o numerosas representaciones fálicas en diferentes
estancias de la vivienda que pretendían alejar a los malos espíritus y celebrar
la fertilidad son otros de los aspectos que permite revivir la visita.
A pesar de las grandes dimensiones de las
mansiones patricias, uno de las primeras sorpresas que desveló Pompeya fue, por
el contrario, el poco espacio en el que habitaban las familias romanas medias.
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